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¿ El ballet es sacrificado ?

Foto de Elliott Franks cortesia de RAD

¿El Ballet es sacrificado?

Hay un comentario que se repite mucho cuando le digo a la gente que me dedico a enseñar danza clásica o ballet (ambos términos designan lo mismo) y es: “eso debe ser muy sacrificado”. Siempre me ha chocado, porque para mí afortunadamente no ha sido así. Sí que es cierto, que el estudio de la danza implica constancia, trabajo y mucha implicación, pero pienso que esto
también ocurre en cualquier otra profesión en la que se desee alcanzar un nivel de excelencia.

Lo complicado de los estudios de danza es que es una carrera de fondo que comienza a una edad muy temprana, en la que la figura del profesor juega un papel esencial. Para ello es muy importante la planificación de las clases, así como saber adaptarse rápido a las necesidades de aprendizaje de los alumnos.

Los conocimientos metodológicos y su aplicación son esenciales en cualquier clase de danza.

El error más frecuente que he visto, tanto desde rol de alumna como de profesora, es tener prisa. La prisa solo crea frustración por ambas partes y, por tanto, un bloqueo del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Como profesores debemos ser pacientes y confiar en que nuestros alumnos conseguirán alcanzar los objetivos marcados con un nivel óptimo dentro de sus propias posibilidades. No todos llegarán a la meta al mismo tiempo ni de la misma manera, pero lo importante es que lleguen.

Y, por otro lado, debemos transmitir esa confianza al alumno, para que también confíe en sí mismo. De nada sirve quedarse simplemente en repeticiones tediosas o decirles que repasen por su cuenta. Cuando algo no funciona hay que intentar darle la vuelta y moldearlo. Se debe evitar que el aprendizaje se convierta en una constante carrera de obstáculos, ya que solo conseguiremos que el alumno se vaya a casa más consciente de sus tropiezos que de sus logros.

Y, sobre todo, no hay que olvidar que la danza es un arte y no un mero ejercicio gimnástico. Por ello, debemos potenciar también su poder comunicativo y creativo, dejando un espacio de desarrollo artístico a cada bailarín. De esta manera, podrán desenvolverse de la manera más natural y personal.

Es cierto que para bailar bien hay que tener un buen control y dominio de la técnica, como el que pueda tener cualquier atleta, pero para ser un bailarín se debe tener sentido artístico.

En definitiva, considero que los primeros años de aprendizaje de la danza son esenciales, para que no se quede todo en un mero sacrificio y que se convierta en una buena herramienta para conocerse a uno mismo tanto física como psicológicamente, para valorar las propias capacidades y para poder canalizar nuestros sentimientos en forma de arte.